El Patadas
El Patadas
La propuesta
Se levantó de la silla, entró al baño, se parí frente al espejo y tomó unas tijeras , jaló su largo pelo negro con una mano y lo cortó al ras con la otra, se afeitó lo poco que le quedaba, tomó una navaja automática que estaba sobre el inodoro salió del departamento; su flaquísimo cuerpo vestido de negro y sus ojeras llamaban la atención de la gente mientras caminaba por el medio de la vereda con la mirada hacia delante y chocando con todo el mundo sin detenerse nunca, jugaba con la navaja dentro del bolsillo del saco de cuero, su respiración podía oírse muy claro al pasar por su lado, era como un rebuzne; llegó a un edificio viejo (casi todos los edificios son viejos en el Bronx) subió las escaleras de dos en dos hasta llegar al piso tres y avanzó por el oscuro corredor, nunca miraba a los lados, llegó hasta la tercera puerta de la derecha y la abrió de un puntapié, avanzó hasta la habitación del desordenado departamento neoyorquino, sobre la cama estaba una mujer latina.
- ¿Qué coño quieres aquí? – le dijo la latina
- Vente conmigo al Sur
- ¿Al Sur? ¿De qué hablas?
- Me están siguiendo
- ¿Quién?
- Eso no me interesa, ¿Te vas conmigo o no?
- ¿Pero a dónde?
- No sé, Perú, Bolivia, Chile a donde sea, pero lejos de aquí
***********************
La Latina
Rita salió a correr como todas las mañanas entre indigentes y señoras gordas y gritonas, recorrió las descoloridas y parcas calles del Bronx pasó en frente de la barbería de los negros, el restaurante de los italianos y del tipo raro que siempre la sigue con la mirada; siempre sentado en las escaleras de un viejo edificio neoyorquino; solo que esta vez no la miró – qué raro – dijo la preciosa chica latina mientras seguía corriendo con su largo pelo negro amarrado en una cola simple y con una chaqueta deportiva amarrada en la cintura para esconder su enorme y latino trasero
*******************************************************
El Patadas
Es un tipo flaco y pálido, usa el pelo largo y siempre viste de negro, se ve como un gringo pero haba como latino, todos los días por la mañana se sienta en las escaleras del edificio donde vive para ver pasar a una latina que sale a correr, luego se sube a su departamento, que es el tercero de la derecha en el tercer piso entra a la única habitación del departamento, que siempre está vacía y oscura, con la ventana que da al callejón tapiada con madera y con un fuerte olor a marihuana, saca del ropero un viejo saco de golpear que luego cuelga en el medio del departamento, donde solo hay un sofá sucio y manchado y empieza a patear como neurítico, siempre se peleó a patadas desde chiquillo, por eso le dicen así: “El Patadas”
**********************************************
La Fiesta
Eran como las siete de la noche de un día extraño, el chico raro del edificio no la había mirado al pasar, sacó un diminuto vestido rojo del ropero, se maquilló y se puso enormes aretes dorados metió en su cartera una identificación falsa y salió del departamento, bajó dos pisos, entró al departamento grande del primer piso, allí siempre hay fiestas, con mucha cerveza y con música de negros pero hay que ser mayor para entrar, todos allí saben que la identificación de Rita es falsa pero igual la dejan pasar, entró y se mezcló rápidamente entre el grupo de negros, subió el volumen de la música casi al máximo y empezó a bailar en el centro del lugar, se movía en espasmos latigueantes como si estuviera teniendo un orgasmo en la pista de baile maloliente departamento, de pronto la figura del chico raro que justo ese día no volteó a mirarla salió de la nada, la tomó del brazo y la empezó a jalar afuera del lugar.
- Suéltame, ¿Qué te pasa?
- No me gusta que bailes así, pareces una puta
- Ni siquiera te conozco, loco de mierda, suéltame – logró soltar su brazo de la mano del tipo de pelo negro
- Si me conoces, soy El Patadas, me miras siempre cuando pasas corriendo frente a mi edificio
- ¿Yo? Tú eres el que me queda mirando con cara de pervertid
- Y te gusta, te apuesto que hoy te has sentido extraña todo el día porque no te miré
- Me das asco
********************************************
Monólogo de él
Tengo una novela deprimente en la cabecera de mi cama que leo cada vez que estoy feliz para que se me pase, tengo un saco de golpear en el ropero que agarro a patadas para no matarme y tengo una chica que no sabe que es mía, voy todos las noches al callejón de junto donde se reúnen unos chicos que se creen rudos para pelear, allí me paga para que le rompa el cerebro a uno y otro gringuito con ganas de golpear a alguien, no es que a mí me guste romper cerebros es solo a lo que me dedico, algunos roban y otros le venden drogas a los chicos que salen de la escuela, yo rompo cerebros, es menos inmoral.
************************************
Cara a cara
Rita llegó a su departamento pasadas las tres de la mañana, estuvo dando vueltas e la cama durante horas hasta que se quedó dormida boquiabierta con el brazo colgado de la orilla de la cama, se despertó a las siete como siempre, luego de una noche de alcohol, se lavó la cara, tomó el primer pantalón que encontró, un polo sucio, se hizo una cola en el pelo y salió del departamento directo al edificio del tipo raro que se atrevió a gritarle en la fiesta de negros, él estaba allí sentado cigarro en mano, como si no hubiese pasado nada, ella se le acercó furiosa
- ¿Quién coño te crees que eres para tratarme así anoche?
- Me dicen Patadas
- No me interesa si te dicen Dios, no te conozco y no tengo ningún afán de hacerlo, si te vas a quedar en esa escalera viéndome pasar por el resto de tu vida OK, tus desviaciones son cosa tuya, no me importa que me mires, pero seguirme a esa fiesta y tratarme como si tuviera que darte explicaciones en frente de todos, eso sí no te lo permito.
- No te he pedido permiso
- ¿Qué clase de idiota eres?
- ¿Qué clase de idiota eres tú? No te das cuenta que me necesitas tanto como yo a ti, cómo te sentiste ayer que no te miré ah? Niega que fue raro, niega que te sentiste traicionada, tú no corres para verte bien, corres para que yo te vea
- No tienes idea de lo que dices
- Yo solo te ofrezco casa, comida e independencia, vive conmigo, duerme conmigo, no me importa lo que hagas fuera del departamento mientras dentro seas mía. Solo te pido las noches, hasta el amanecer, luego de eso y fuera eres libre, nadie te va a ofrecer algo mejor.
- Ni siquiera te conozco
- Soy el tipo que te ve todas las mañanas, me dicen El Patadas y rompo cabezas para ganarme la vida, no tengo nada en la vida que pueda arruinar porque ya todo esta arruinado, igual que tú, ¿Qué más necesitas saber?
- Tu nombre
- Ya te dije, me dicen Patadas
- No tu apodo, tu nombre
- Conténtate con eso
- ¿Por qué me propones esto?
- No tengo nada que perder y tú tampoco, solo basta un sí
- ¿Y tú que me ofreces?
- Nada, solo basta un sí
- Sí.
*******************************
Monólogo de ella
Vivo con un tipo raro hace ya dos meses y ahora prefiero estar con él a que me hagan daño, ya no uso mi vestido rojo y ya no bailo como puta en las fiestas de los negros, de él se que rompe cráneos y que no tiene amigos y eso es todo lo que pretendo saber, ya no salgo a correr porque ya no hace falta. Vivo en la tercera puerta de la derecha en el tercer piso de un edificio de New York y eso es todo lo que importa por ahora, hasta que me harte.
*********************************
La Partida
- Ya no quiero que pelees
- ¿Estás loca? Pelear es lo único que se hacer
- Tengo miedo de que te pase algo peleando
- Nunca ha pasado y no va a pasar, además tú no haces nada y alguien tiene que poner el dinero
- Yo no hago nada porque tú no me dejas
- Carajo, eres una niña y no hay nada que puedas hacer
- ¿Y qué diablos haces viviendo con una niña, o más bien que hago yo viviendo con un salvaje que solo sabe patear?
- Si no te gusta, lárgate
- Yo ya no me voy de aquí, dejé todo antes de venir, porque tú me lo pediste, así que porqué no te vas tú.
- OK, dame las llaves de tu departamento
- Las perdí
- No importa, igual me voy
Tomó unas cuantas prendas, su saco de golpear, una navaja y la novela de su cabecera y se fue, al departamento de Rita, abrió la puerta con la navaja y tiró sus cosas en la entrada.
**************************
La Pelea
El Italiano llegó esa noche al callejón acompañado de tres tipos de saco y un gordo lleno de oro con un chico a su lado, el bigotón se le acercó al Patadas que estaba de cuclillas, le señaló al chico que estaba con el gordo y le dijo – Ese es el protegido del Don, es su primera pelea y el gordo no quiere que pierda entiendes – El Patadas no dijo nada, se pararon frente a frente, se pusieron en guardia y el chico italiano le agarró a golpes contra la cara del Patadas, golpeó su estómago, sus costillas y todo lo que tuvo a su alcance, el Patadas casi no se defendía, y claro el Don es el Don, será un gordo de mierda pero es el jefe de los italianos que no son pocos en N.Y., el chico siguió golpeando y del bolsillo de su pantalón sacó una navaja automática, trató de cortarle la cara al Patadas pero éste lo esquivó, lo tumbó al suelo y le machacó el cerebro, todos se quedaron helados, incluyéndolo, reaccionó con un balazo que le pasó cerca, empezó a correr sin detenerse entrando y saliendo de los callejones y calles oscuras hasta que finalmente los perdió, llegó al departamento de Rita y se desplomó en una silla, se quedó pensando un momento, se levantó de la silla, entró al baño y se paró frente al espejo y tomó unas tijeras, jaló su largo pelo negro tomó una navaja automática que estaba sobre el inodoro y salió del departamento, su flaquísimo cuerpo vestido de negro y sus ojeras llamaban la atención de la gente mientras caminaba por el medio de la vereda con la mirada fija hacia delante y chocando con todo el mundo, jugaba con la navaja dentro del bolsillo del sacón de cuero, su respiración podía oírse muy claro al pasar a su lado, era como un rebuzne, llegó a un edificio viejo (casi todos los edificios son viejos en el Bronx) subió las escaleras de dos en dos hasta llegar al piso tres, avanzó por el oscuro pasillo, nunca miraba a los lados, llegó a la tercera puerta de la derecha y la abrió de un puntapié, avanzó hasta la habitación del desordenado departamento neoyorquino, sobre la cama estaba una mujer latina
- ¿Qué coño quieres aquí? – le dijo la latina
- Vente conmigo al Sur
- ¿Al Sur? ¿De qué hablas?
- Me están siguiendo
- ¿Quién?
- Eso no me interesa, ¿Te vas conmigo o no?
- ¿Pero a dónde?
- No sé, Perú, Bolivia, Chile a donde sea, pero lejos de aquí
- ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Quién te sigue?
- Solo tienes que saber que me siguen OK, solo necesito un sí, solo un sí y nos vamos
- No Patadas, esta vez no, ahora si tengo algo que perder
- Yo te di algo que perder
- No importa como pero lo tengo
- Yo lo único que puedo perder eres tú
- Lo siento pero no puedo decir que sí
- OK, solo recuerda que ya nadie te va a ver cuando salgas a correr – se oyeron pasos en el corredor, el Patadas se escabulló por la ventana, bajó por las escaleras para incendios y se perdió en las calles de N.Y., los mafiosos llegaron al departamento y lo revolvieron aún más pero no encontraron al Patadas, Rita se quedó allí un mes más y recibió una carta del Patadas enviada desde Brasil, seguía partiendo cerebros en Bahía y no le iba tan mal, le mandó una foto y una postal y fue lo único que supo de él, luego dejó el departamento y se mudó a Brooklin donde todo era misma mierda pero con otra gente.
La propuesta
Se levantó de la silla, entró al baño, se parí frente al espejo y tomó unas tijeras , jaló su largo pelo negro con una mano y lo cortó al ras con la otra, se afeitó lo poco que le quedaba, tomó una navaja automática que estaba sobre el inodoro salió del departamento; su flaquísimo cuerpo vestido de negro y sus ojeras llamaban la atención de la gente mientras caminaba por el medio de la vereda con la mirada hacia delante y chocando con todo el mundo sin detenerse nunca, jugaba con la navaja dentro del bolsillo del saco de cuero, su respiración podía oírse muy claro al pasar por su lado, era como un rebuzne; llegó a un edificio viejo (casi todos los edificios son viejos en el Bronx) subió las escaleras de dos en dos hasta llegar al piso tres y avanzó por el oscuro corredor, nunca miraba a los lados, llegó hasta la tercera puerta de la derecha y la abrió de un puntapié, avanzó hasta la habitación del desordenado departamento neoyorquino, sobre la cama estaba una mujer latina.
- ¿Qué coño quieres aquí? – le dijo la latina
- Vente conmigo al Sur
- ¿Al Sur? ¿De qué hablas?
- Me están siguiendo
- ¿Quién?
- Eso no me interesa, ¿Te vas conmigo o no?
- ¿Pero a dónde?
- No sé, Perú, Bolivia, Chile a donde sea, pero lejos de aquí
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La Latina
Rita salió a correr como todas las mañanas entre indigentes y señoras gordas y gritonas, recorrió las descoloridas y parcas calles del Bronx pasó en frente de la barbería de los negros, el restaurante de los italianos y del tipo raro que siempre la sigue con la mirada; siempre sentado en las escaleras de un viejo edificio neoyorquino; solo que esta vez no la miró – qué raro – dijo la preciosa chica latina mientras seguía corriendo con su largo pelo negro amarrado en una cola simple y con una chaqueta deportiva amarrada en la cintura para esconder su enorme y latino trasero
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El Patadas
Es un tipo flaco y pálido, usa el pelo largo y siempre viste de negro, se ve como un gringo pero haba como latino, todos los días por la mañana se sienta en las escaleras del edificio donde vive para ver pasar a una latina que sale a correr, luego se sube a su departamento, que es el tercero de la derecha en el tercer piso entra a la única habitación del departamento, que siempre está vacía y oscura, con la ventana que da al callejón tapiada con madera y con un fuerte olor a marihuana, saca del ropero un viejo saco de golpear que luego cuelga en el medio del departamento, donde solo hay un sofá sucio y manchado y empieza a patear como neurítico, siempre se peleó a patadas desde chiquillo, por eso le dicen así: “El Patadas”
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La Fiesta
Eran como las siete de la noche de un día extraño, el chico raro del edificio no la había mirado al pasar, sacó un diminuto vestido rojo del ropero, se maquilló y se puso enormes aretes dorados metió en su cartera una identificación falsa y salió del departamento, bajó dos pisos, entró al departamento grande del primer piso, allí siempre hay fiestas, con mucha cerveza y con música de negros pero hay que ser mayor para entrar, todos allí saben que la identificación de Rita es falsa pero igual la dejan pasar, entró y se mezcló rápidamente entre el grupo de negros, subió el volumen de la música casi al máximo y empezó a bailar en el centro del lugar, se movía en espasmos latigueantes como si estuviera teniendo un orgasmo en la pista de baile maloliente departamento, de pronto la figura del chico raro que justo ese día no volteó a mirarla salió de la nada, la tomó del brazo y la empezó a jalar afuera del lugar.
- Suéltame, ¿Qué te pasa?
- No me gusta que bailes así, pareces una puta
- Ni siquiera te conozco, loco de mierda, suéltame – logró soltar su brazo de la mano del tipo de pelo negro
- Si me conoces, soy El Patadas, me miras siempre cuando pasas corriendo frente a mi edificio
- ¿Yo? Tú eres el que me queda mirando con cara de pervertid
- Y te gusta, te apuesto que hoy te has sentido extraña todo el día porque no te miré
- Me das asco
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Monólogo de él
Tengo una novela deprimente en la cabecera de mi cama que leo cada vez que estoy feliz para que se me pase, tengo un saco de golpear en el ropero que agarro a patadas para no matarme y tengo una chica que no sabe que es mía, voy todos las noches al callejón de junto donde se reúnen unos chicos que se creen rudos para pelear, allí me paga para que le rompa el cerebro a uno y otro gringuito con ganas de golpear a alguien, no es que a mí me guste romper cerebros es solo a lo que me dedico, algunos roban y otros le venden drogas a los chicos que salen de la escuela, yo rompo cerebros, es menos inmoral.
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Cara a cara
Rita llegó a su departamento pasadas las tres de la mañana, estuvo dando vueltas e la cama durante horas hasta que se quedó dormida boquiabierta con el brazo colgado de la orilla de la cama, se despertó a las siete como siempre, luego de una noche de alcohol, se lavó la cara, tomó el primer pantalón que encontró, un polo sucio, se hizo una cola en el pelo y salió del departamento directo al edificio del tipo raro que se atrevió a gritarle en la fiesta de negros, él estaba allí sentado cigarro en mano, como si no hubiese pasado nada, ella se le acercó furiosa
- ¿Quién coño te crees que eres para tratarme así anoche?
- Me dicen Patadas
- No me interesa si te dicen Dios, no te conozco y no tengo ningún afán de hacerlo, si te vas a quedar en esa escalera viéndome pasar por el resto de tu vida OK, tus desviaciones son cosa tuya, no me importa que me mires, pero seguirme a esa fiesta y tratarme como si tuviera que darte explicaciones en frente de todos, eso sí no te lo permito.
- No te he pedido permiso
- ¿Qué clase de idiota eres?
- ¿Qué clase de idiota eres tú? No te das cuenta que me necesitas tanto como yo a ti, cómo te sentiste ayer que no te miré ah? Niega que fue raro, niega que te sentiste traicionada, tú no corres para verte bien, corres para que yo te vea
- No tienes idea de lo que dices
- Yo solo te ofrezco casa, comida e independencia, vive conmigo, duerme conmigo, no me importa lo que hagas fuera del departamento mientras dentro seas mía. Solo te pido las noches, hasta el amanecer, luego de eso y fuera eres libre, nadie te va a ofrecer algo mejor.
- Ni siquiera te conozco
- Soy el tipo que te ve todas las mañanas, me dicen El Patadas y rompo cabezas para ganarme la vida, no tengo nada en la vida que pueda arruinar porque ya todo esta arruinado, igual que tú, ¿Qué más necesitas saber?
- Tu nombre
- Ya te dije, me dicen Patadas
- No tu apodo, tu nombre
- Conténtate con eso
- ¿Por qué me propones esto?
- No tengo nada que perder y tú tampoco, solo basta un sí
- ¿Y tú que me ofreces?
- Nada, solo basta un sí
- Sí.
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Monólogo de ella
Vivo con un tipo raro hace ya dos meses y ahora prefiero estar con él a que me hagan daño, ya no uso mi vestido rojo y ya no bailo como puta en las fiestas de los negros, de él se que rompe cráneos y que no tiene amigos y eso es todo lo que pretendo saber, ya no salgo a correr porque ya no hace falta. Vivo en la tercera puerta de la derecha en el tercer piso de un edificio de New York y eso es todo lo que importa por ahora, hasta que me harte.
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La Partida
- Ya no quiero que pelees
- ¿Estás loca? Pelear es lo único que se hacer
- Tengo miedo de que te pase algo peleando
- Nunca ha pasado y no va a pasar, además tú no haces nada y alguien tiene que poner el dinero
- Yo no hago nada porque tú no me dejas
- Carajo, eres una niña y no hay nada que puedas hacer
- ¿Y qué diablos haces viviendo con una niña, o más bien que hago yo viviendo con un salvaje que solo sabe patear?
- Si no te gusta, lárgate
- Yo ya no me voy de aquí, dejé todo antes de venir, porque tú me lo pediste, así que porqué no te vas tú.
- OK, dame las llaves de tu departamento
- Las perdí
- No importa, igual me voy
Tomó unas cuantas prendas, su saco de golpear, una navaja y la novela de su cabecera y se fue, al departamento de Rita, abrió la puerta con la navaja y tiró sus cosas en la entrada.
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La Pelea
El Italiano llegó esa noche al callejón acompañado de tres tipos de saco y un gordo lleno de oro con un chico a su lado, el bigotón se le acercó al Patadas que estaba de cuclillas, le señaló al chico que estaba con el gordo y le dijo – Ese es el protegido del Don, es su primera pelea y el gordo no quiere que pierda entiendes – El Patadas no dijo nada, se pararon frente a frente, se pusieron en guardia y el chico italiano le agarró a golpes contra la cara del Patadas, golpeó su estómago, sus costillas y todo lo que tuvo a su alcance, el Patadas casi no se defendía, y claro el Don es el Don, será un gordo de mierda pero es el jefe de los italianos que no son pocos en N.Y., el chico siguió golpeando y del bolsillo de su pantalón sacó una navaja automática, trató de cortarle la cara al Patadas pero éste lo esquivó, lo tumbó al suelo y le machacó el cerebro, todos se quedaron helados, incluyéndolo, reaccionó con un balazo que le pasó cerca, empezó a correr sin detenerse entrando y saliendo de los callejones y calles oscuras hasta que finalmente los perdió, llegó al departamento de Rita y se desplomó en una silla, se quedó pensando un momento, se levantó de la silla, entró al baño y se paró frente al espejo y tomó unas tijeras, jaló su largo pelo negro tomó una navaja automática que estaba sobre el inodoro y salió del departamento, su flaquísimo cuerpo vestido de negro y sus ojeras llamaban la atención de la gente mientras caminaba por el medio de la vereda con la mirada fija hacia delante y chocando con todo el mundo, jugaba con la navaja dentro del bolsillo del sacón de cuero, su respiración podía oírse muy claro al pasar a su lado, era como un rebuzne, llegó a un edificio viejo (casi todos los edificios son viejos en el Bronx) subió las escaleras de dos en dos hasta llegar al piso tres, avanzó por el oscuro pasillo, nunca miraba a los lados, llegó a la tercera puerta de la derecha y la abrió de un puntapié, avanzó hasta la habitación del desordenado departamento neoyorquino, sobre la cama estaba una mujer latina
- ¿Qué coño quieres aquí? – le dijo la latina
- Vente conmigo al Sur
- ¿Al Sur? ¿De qué hablas?
- Me están siguiendo
- ¿Quién?
- Eso no me interesa, ¿Te vas conmigo o no?
- ¿Pero a dónde?
- No sé, Perú, Bolivia, Chile a donde sea, pero lejos de aquí
- ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Quién te sigue?
- Solo tienes que saber que me siguen OK, solo necesito un sí, solo un sí y nos vamos
- No Patadas, esta vez no, ahora si tengo algo que perder
- Yo te di algo que perder
- No importa como pero lo tengo
- Yo lo único que puedo perder eres tú
- Lo siento pero no puedo decir que sí
- OK, solo recuerda que ya nadie te va a ver cuando salgas a correr – se oyeron pasos en el corredor, el Patadas se escabulló por la ventana, bajó por las escaleras para incendios y se perdió en las calles de N.Y., los mafiosos llegaron al departamento y lo revolvieron aún más pero no encontraron al Patadas, Rita se quedó allí un mes más y recibió una carta del Patadas enviada desde Brasil, seguía partiendo cerebros en Bahía y no le iba tan mal, le mandó una foto y una postal y fue lo único que supo de él, luego dejó el departamento y se mudó a Brooklin donde todo era misma mierda pero con otra gente.
2 Comentarios:
Me encanta la historia.
Me la lei de golpe porque queria saber que mas pasaba. Esa es la señal de una buena historia, cuando no puedes parar de leer.
Cuando hay mas? Que siga!
Soy la (orgullosa) prima de este novelista/poeta/actor/director.
Viviana
¡Queremos más!
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